martes, 6 de abril de 2010

La web, ¿una amenaza para el idioma?

Una de las anécdotas preferidas por filólogos y lingüistas hispanoparlantes tiene que ver con la palabra corsé (del francés corset), la prenda íntima femenina que las mujeres se ceñían al cuerpo para lucir más esbeltas.
La Real Academia Española (RAE) tenía la política de esperar que un neologismo prestado de otro idioma fuera parte del léxico popular por lo menos 25 años antes de considerar su inclusión en el Diccionario de la Lengua Española.
En consecuencia, cuando finalmente se aceptó la palabra corsé, la prenda ya era obsoleta.Esta carrera contra el tiempo de los diccionarios por incorporar las nuevas palabras de un idioma dinámico hablado y escrito por la gente se ha vuelto crucial ante la avalancha de neologismos y vocablos generados por el uso de la internet y, más recientemente, el código escrito del servicio de mensaje corto (SMS, por sus siglas en inglés) utilizado por la juventud.
El dilema de qué voces, signos o contracciones incluir como parte formal del idioma se acentúa con el debate en torno a si su aceptación empobrece o enriquece la lengua española.
Los que se oponen a una rápida incorporación de palabras generadas por el mundo cibernético se quejan de que el idioma se está llenando de anglicismos, adoptados fácilmente por un público seducido por la aparente agilidad y dinámica del inglés en describir nuevas actividades y conceptos.
«Yo no creo que el inglés sea una lengua más dinámica», le dijo a BBC Mundo Luis Íñigo Madrigal, catedrático de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Ginebra, Suiza.
«A lo mejor lo que es más dinámico es la investigación en ciencias y nuevas tecnologías que se hacen en inglés y, por consiguiente, la necesidad de bautizar las cosas en ese idioma», agrega el académico, quien hizo un estudio al respecto de los efectos de las palabras de origen anglosajón en las nuevas tecnologías de la comunicación.

Chat por charlar

El área de las comunicaciones y nuevas tecnologías está llena de anglicismos, algunos de los cuales compiten con palabras de etimología y composición más afines al español y aceptadas por la RAE.
Tal es el caso de chat —y sus derivados como chatear— que tiene un equivalente en español en la palabra charla (charlar). Funciona perfectamente, pero chat es la que se usó primero y es la preferida por la comunidad en internet.
Lo mismo sucede con página web, para la cual la Academia sugiere la palabra ciberpágina, pero nadie utiliza ese término y es posible que muy pocos sepan que existe. Además, la misma palabra web ya fue aceptada por ese diccionario.
«Es un intento de crear un vocablo español para denominar algo que ya tiene un nombre en la lengua del hablante común», señala el profesor Íñigo Madrigal, que cree que es inútil hacer «construcciones de laboratorio» para nombres que ya están adoptados.
El catedrático opina además que muchos de estos neologismos siguen las reglas tradicionales del español y, por ende, no deberían considerarse anglicismos.
Un ejemplo es la palabra googlear: hacer una consulta en el motor de búsqueda Google. Aunque sea una palabra extraña —como Google es el nombre de algo— «esta responde a las normas tradicionales de construcciones de verbos en español a partir de sustantivos».
La nueva escritura Sin embargo, lo que quizás causa más temor por el futuro del castellano es la proliferación de relativamente nuevos mensajes de texto o SMS. Este sistema fue introducido en 1993 y se ha convertido en el modo de comunicación predilecto por la juventud. Varios cientos de millones de SMS se envían al día.
Los SMS han producido una nueva manera de escritura que incluye siglas como KLM (en mayúsculas) para decir que lo sepas, y que generaliza el uso de signos como x para decir por y + para decir más.
El profesor resalta que hay quienes sostienen que códigos no sólo enriquecen el idioma sino que, además, son muy creativos y llevan al lenguaje escrito a niveles de expresión hasta ahora sólo alcanzados por el idioma oral.
Un ejemplo de la creatividad es la construcción de palabras con el sufijo dos (cansados, tímidos) que se sustituye con un 2 (cansa2, tími2). Por otra parte, los emoticones (símbolos que expresan estados de ánimo) y la repetición de letras (holaaaaaaaa) agregan nuevos elementos a la norma escrita.
Aunque reconoce que este tipo de escritura manifiesta un desconocimiento de la ortografía normativa del español, Íñigo Madrigal agrega que los usuarios de SMS distinguen con relativa facilidad y frecuencia las ocasiones y oportunidades en las que pueden utilizar ese lenguaje. «En un examen de colegio o de la universidad se cuidan mucho de utilizar ese tipo de escritura».
Para él, no es un fenómeno aislado. «No creo que el fenómeno de los SMS tenga una influencia definitiva en el desarrollo del español. El lenguaje de los SMS responde a determinadas características de la época y de la edad de quienes lo practican», dice.
«El problema no está en los SMS, sino en el desarrollo de nuestra cultura y el desarrollo de la educación».

Fuente: elcastellano.org 13/03/2010

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